¿Por qué miente mi hijo? ¿Cómo puedo saber si lo está haciendo? ¿Qué puedo hacer yo como padre, profesor…? Muchas veces nos encontramos con situaciones en las que los niños nos mienten. Unas veces son mentiras inofensivas, sin embargo, hay otras ocasiones en las que los niños crean mentiras con un verdadero objetivo para conseguir algo, ya sea esconder algo que les avergüenza o engañar para conseguir un privilegio. Raquel Cruz Carpena, psicóloga en MIP Salud, nos ayuda a entender las mentiras de los niños y cómo afrontarlas.
¿Por qué mienten?
Dependiendo de la edad y el momento evolutivo en el que el niño se encuentra, podemos encontrar diferentes motivos:
- Los niños menores de 3 años, no pueden mentir, ya que no tienen esa capacidad de pensamiento suficiente para elaborar una excusa. Lo que dicen, lo dicen convencidos de que es real.
- Hasta los 6 años, la mentira se suele producir como parte de los juegos o de la fantasía en la que viven. No obstante, ya cerca de los 7 años, empiezan a distinguir lo que es cierto y lo que no, y por lo tanto se vuelven intencionadas y premeditadas.
- Desde los 7 años, las mentiras ya son intencionadas y elaboradas. Pueden producirse por inseguridad, por probar a los padres a ver lo que aguantan, por conseguir algo en su beneficio, por esconder u ocultar algo, por conseguir intimidad o porque saben que está mal… Pueden mentir por:
- Miedo. Es lo más frecuente. Fundamentalmente, por miedo a hacer mal las cosas, a los castigos, a lo que piensen los demás… pueden mentir o incluso echar las culpas a otros. Por ejemplo, en un grupo de adolescentes, pueden mentir diciendo que han hecho algo cuando no es verdad por miedo al rechazo.
- Exigencia. Si creen que se espera mucho de ellos, van a hacer lo que sea por cumplir las expectativas. Por ejemplo, si el padre le pide las notas y no ha sacado las notas que el padre espera, habrá posibilidades de que mienta y que diga que no se las han dado aún.
- Imitación de los padres. Si ellos ven la mentira constantemente, aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano. Por ejemplo, si a la madre le hacen un regalo y no le gusta pero dice que es muy bonito. Es una mentira “piadosa” pero que el niño ve que es mentira, y que tú lo haces también.
- Llamar la atención. Si se sienten solos o poco atendidos, pueden querer llamar la atención, inventando cualquier cosa. Por ejemplo, niños que dicen que les duele la cabeza y no es verdad, pero así consiguen mimos.
¿Cómo puedo saber si miente?
Aunque cada niño es único y se comporta de manera diferentes, hay algunos aspectos globales que podemos identificar y que nos pueden ayudar a detectar si el niño miente:
- Lenguaje no verbal. Podemos percibir que el niño está más nervioso, se le acelera la respiración, se enrojece la cara, pueden sudar, especialmente en las manos… Además, tienden a gesticular menos de lo normal, esconder las manos o no mirar a los ojos y se les ve bastante incómodos.
- Lenguaje verbal. Cuando mienten, suelen dar pocos detalles, ni hacer referencias de cuándo pasó, dónde… Intercalan las mentiras dentro de todas las verdades posibles, pero aun así podemos encontrar contradicciones o lapsus.
¿Qué hacer ante la mentira?
Antes de nada, tenemos que valorar las razones por las cuales el niño ha mentido, para poder actuar de una manera más adecuada y eficaz. Una vez identificados los motivos, podemos seguir las siguientes pautas:
- Reaccionar con calma aunque con severidad.
- Valorar cuando el niño confiesa la verdad. Si es castigado a pesar de haber confesado, podemos estar reforzando su hábito de mentir. Además, hay que cuidar la forma en la castigamos cuando no lo reconoce, pues si es desproporcionada, la tentación de volver a mentir se incrementará.
- Ante posibles preguntas “difíciles” o incómodas que nos pueden hacer, mejor evitar la mentira y responder siempre con un “no lo sé” o “déjame que lo piense”.
- No mentirles ni prometer cosas que no sabemos si podremos cumplir, para darles ejemplo.
- Reforzar la confianza en sí mismos para evitar que mientan con el fin de buscar la aprobación de sus compañeros o de otros adultos.
- Aceptar que los niños no son perfectos, y que a veces fallan o no cumplen nuestras expectativas.
- Explicar con claridad la diferencia entre la verdad y la mentira.
- Aunque algunas mentiras puedan ser graciosas, nunca reírse. No tienen que ver que aprobamos ese comportamiento, pero tampoco ridiculizarle por ello.
Raquel Cruz Carpena es especialista en terapia Cognitivo-Conductual en el equipo de MIP Salud.